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Lola duerme ... ¿Sola?
 
Las historias de Lola.
Vista con Título | Refiere un Amigo |
Para los nuevos visitantes
Publicado en:24 Abril 2018 12:46 pm
Última actualización en:30 Noviembre 2019 5:31 am
9461 vistas

Los relatos que escribo en este blog tienen un orden, no son relatos independientes (que también podrían serlo) si no que están escritos siguiendo un hilo. El orden de los relatos es el siguiente:
1. En la Universidad.
2. Noches de soledad.
3. Habitación 194.
4. Brillos en la piel.
5. Sólo la piel.
6. Sus dedos.
7. Algunas dudas.
8. Tras la puerta.
9. El juego.
10. La playa.


Muchas gracias por visitar mi blog. No seáis sólo meros espectadores, participad en él con vuestros comentarios, opiniones y votos.
5 comentarios
¿Miras o participas?
Publicado en:26 Junio 2018 7:41 am
Última actualización en:30 Noviembre 2019 5:32 am
9170 vistas

Me gusta mucho cuando visitáis mi blog pero me gustaría mucho más si además de visitarlo participárais en él.

No seas un mero espectador
10 comentarios
Después del verano
Publicado en:13 Septiembre 2019 3:39 am
Última actualización en:25 Septiembre 2019 7:25 pm
8339 vistas

Se acabó el verano. El mío ha sido un verano tan estupendo y ajetreado que me he desconectado totalmente de la web, tal ha sido mi desconexión que incluso he perdido mi corona es por ello que ya no puedo acceder a todo lo que antes sí podía, incluídos blogs, fotos, chats o mensajes.

Pero aquí estamos de nuevo, ¿no?

¿Cómo ha sido el vuestro?

Mi intención es seguir publicando nuevos relatos de Lola ( Os pido perdón el abandono ; )
Espero poder hacerlo lo antes posible dadme un par de semanas....

Mientras tanto, disfrutad de los cuerpos y las mentes que podáis.

Feliz viernes
14 comentarios
Feliz Navidad, bombones 😊
Publicado en:24 Deciembre 2018 8:53 am
Última actualización en:25 Enero 2019 7:33 am
7489 vistas
Y un año después de mis inicios en esta web os deseo felices fiestas a Contactos de Sexo - Conocer mujeres online .
Disfrutad todo lo que podáis y sed buenos con vuestros contrincantes en la cama.
6 comentarios
¿Morbo? ¿Qué es el morbo?
Publicado en:17 Octubre 2018 6:24 am
Última actualización en:25 Junio 2019 7:34 am
8106 vistas

Llevo casi un año registrada en esta página y a lo largo de estos meses, y en cada conversación que mantengo por aquí, siempre se habla en general y , a veces, de manera más particular, del morbo. EL MORBO.
Todos aquí, o la inmensa mayoría, somos personas morbosas pero cada cuál tenemos nuestra interpretación del morbo. Yo tengo claro lo que es para mí, lo que significa, lo que implica, pero... ¿qué es el morbo para ti? ¿Qué es lo que debe tener una persona para que digas eso de "es que me da morbo"?
Gracias por participar y ayudarme a entenderte un poquito más.
Besos, bombones

7 comentarios
¿Qué te sugiere esta foto?
Publicado en:8 Octubre 2018 4:39 am
Última actualización en:25 Junio 2019 7:33 am
8363 vistas
Pues eso, suelta por tu boquita (y a través de tus dedos golpeando el teclado) lo que esta foto hace llegar a tu mente. Tal vez pensemos lo mismo
11 comentarios
La playa.
Publicado en:13 Septiembre 2018 4:53 am
Última actualización en:13 Septiembre 2019 2:28 am
9579 vistas

Por fin se acabó el curso, había sido un año bastante intenso con los vaivenes de Jorge a mi cama pero, sobretodo, a mi cabeza. Los encuentros esporádicos con el Profesor Martín y con Gus habían hecho que se me olvidara un poco pero aquel chico siempre encontraba la manera de volver a meterse bien dentro de mí, ya fuera con sus palabras, con sus mensajes o con su polla.

Susana y yo decidimos que nos merecíamos unas buenas vacaciones y elegimos como destino un lugar con playa. Necesitábamos esa arena fina y cálida para tumbarnos y tostarnos por el sol, la brisa del mar y el sonido del agua para relajarnos y desconectar.

Aquella mañana nos lo tomamos con calma, no pusimos despertador y dejamos que fuera el propio día quien nos despertara. Desayunamos en la terraza del bungalow, nos pusimos el bikini y crema protectora, recogimos nuestras toallas y nos dirigimos a la playa . Elegimos una calita apartada, playa virgen con árboles y rocas a nuestra espalda. La arena era blanca y el agua transparente. Cuando llegamos, a eso de la 1 del mediodía, había muy poca gente: un hombre de unos 50 años tumbado bocabajo, dormido, en su toalla; a su lado un libro con el título en inglés. Unos metros más allá dos chicas de nuestra edad más o menos haciendo topless y jugando a las cartas en sus toallas, debajo de una sombrilla. Y en el agua tres o cuatro personas más.
Susana y yo no llevábamos sombrilla así que nos pusimos en una de las sombras que daban las rocas que se alzaban detrás de nosotras formando una pared. El sol ya estaba haciendo justicia desde el puesto más alto en el cielo y debíamos protegernos. Sacamos nuestras toallas y las colocamos cuidadosamente en la arena, nos despojamos de nuestras sandalias y de nuestros vestidos playeros y nos tumbamos a conversar. Después de un rato de risas y confidencias dejamos nuestras bolsas en la sombra y movimos las toallas, estábamos en la playa y queríamos broncear nuestra piel. No aguanté mucho bajo aquel sol justiciero, sus rayos acariciaban mi cuerpo y el calor que desprendían hizo que necesitara un poco de agua de mar para sofocarlo.

- Me voy al agua, no aguanto más – le dije a Susana.
- Vale, yo me quedo un ratito más. Me da un poco de pereza meterme en el agua ahora.
- Ok, entro y salgo. No tardaré, sólo necesito refrescarme.
- Sí, sí, sin problemas, Lola. Te espero aquí.

Me levanté y me dirigí al agua. El contraste del frío inicial con el calor que desprendía mi cuerpo hizo que se me erizara la piel. Me agaché, tomé un poco de agua con la mano derecha y me mojé la nuca. Repetí la acción. Mi madre siempre me había dicho que debíamos mojarla para evitar un corte de digestión y no sabía si tenía razón o no pero aquella era de esas cosas que hacía por inercia, de manera metódica, sin preguntarme por qué. Me metí poco a poco en el agua. Ya no sentía tanta impresión. Al llegar a la cintura y tocar mi vientre mi piel volvió a erizarse pero esta vez de manera más tímida. Cogí aire, cerré la boca y metí mi cabeza. Como acto reflejo, al salir, toqué mi pelo escurriendo el agua con mis manos mientras se deslizaban por mi nuca. Me limpié los ojos para quitarme el exceso de agua con sal y los abrí. Me topé con la mirada de un chico que estaba saliendo del mar. Instintivamente miré hacia abajo a la par que mordí mi labio inferior. Aquello siempre lo hacía sin pensarlo, cuando me sentía vergonzosa o tímida mordía mi labio y retiraba la vista. Él pasó por mi lado y me sonrió. Le devolví la sonrisa. Me giré para ver cómo salía del agua y también él se giró. Volvimos a toparnos con la mirada. Timidez otra vez. ¿Pero qué me estaba pasando? Me quedé de pie, mirando al mar, acariciando mi pelo, sonriendo mientras mordía mi labio y pensaba en lo guapo que me había parecido aquel chico.

Salí del agua unos minutos después e, instintivamente, lo buscaba con la mirada. Lo ví a nuestra izquierda, bastante cerca de nosotras. Estaba sentado en su toalla, con las piernas flexionadas y los brazos apoyados en ellas. Estaba lleno de gotitas de agua por todo su cuerpo. Tenía la piel bronceada y el torso marcado. Era moreno. Tenía los labios carnosos y eso hacía que su boca fuera apetecible.
Yo caminaba directa a mi toalla pero sin apartar la vista de él. Él me miraba fijamente. Una tímida sonrisa empezó a dibujarse en mi cara. Aquel juego de miradas era el comienzo de algo tórrido y ambos lo sabíamos, en la distancia, pero los dos iniciamos el cortejo propio del verano donde el deseo inunda el cuerpo y la ropa sobra.
Susana se dio cuenta de ello y al llegar a la toalla me dijo:

- ¿Una nueva presa?
- ¿Qué dices?
- Lo sabes perfectamente. Jajajaja . Os habéis desnudado con la mirada.
- ¿Está bueno, no?
- Sí, es de los que te gustan. Y sin duda tú también le gustas a él. No para de mirarte.

Giré mi cabeza en su dirección y allí seguía, mirándome. Sonrió con el cruce de miradas.

- Voy a hacer una locura, Su - le dije mientras yo también sonreía.

Y me quité la parte de arriba del bikini. Dejé mis pechos al descubierto.

- ¡Estás loca, tía! - dijo Susana partiéndose de risa.
- Jajajaja....sí, ya sabes que me encantan las locuras – respondí mientras sacaba la crema protectora de mi bolsa.

Eché un poco de crema en mi mano izquierda, froté ambas manos y comencé a esparcirla sobre mis pequeñas tetas, haciendo círculos, masajeándolas, jugando con mis pezones mientras le miraba lascivamente. Él mordió su labio y sonrió. Y su mirada también se impregnó de lascivia.
Ambos nos mirábamos de manera descarada en tanto que mis manos comenzaban a deslizarse en dirección a mi vientre.

- ¡Madre mía, Lola! Te va a comer con la mirada.
- Me encanta este momento de provocación, Su.
- Joder, pues así siento que yo sobro.
- No sobras, Susana, pero quiero follarme a ese tío – dije mientras mis manos se paraban en seco.
- Pero para que te lo folles querrás intimidad, ¿no? Y aquí es cuando yo debo irme a otro lado.
- No necesariamente, tal vez sea yo la que me aparte.
- No me jodas, tía. ¿Vas a follártelo en la playa?

Y una sonrisa picarona invadió mi cara.

- ¿Quién sabe?

Volví a mirar al chico guapo. Seguía en su toalla, con los brazos apoyados en sus rodillas y las piernas flexionadas. Sonrió, se levantó y se dirigió hacia nosotras.

- Vaya tela, Lola. Ahí lo tienes, empalmado viniendo en tu búsqueda. Ya te vale. Me voy al agua.
- No te enfades, Su.
- No me enfado pero ¿qué quieres que haga? ¿Que me quede aquí viendo cómo se le cae la baba mirándote con las tetas al aire? Paso, tía.... pero deberías pensar un poco en mí también y no estar tan pendiente de tu entrepierna.
- Su...! Susana!

Pero ella ni siquiera se giró, siguió caminando hacia el agua y se adentró en el mar.

- Hola, tienes unos pechos muy bonitos pero les falta color, deberías sacarlos más al sol – me dijo mientras se ponía en cuclillas frente a mí.
- Por eso están fuera – sonreí.
- Ya veo, ya. Pues me encanta que estén fuera. Me llamo Manu.
- Lola, encantada – y le dí dos besos.
- ¿No eres de por aquí, verdad, Lola?
- No, he venido con mi amiga de vacaciones.
- Interesante.
- ¿Tú eres de aquí o qué? No tienes acento.
- No, tampoco soy de aquí pero vengo muy a menudo, me gusta mucho esta zona. Además, mi familia tiene una casa aquí.
- Interesante – le contesté sonriendo.
- Copiota – me dijo sonriendo también.
- Tienes una boca muy bonita.
- La tuya también me atrae a mí. Mucho. La verdad.
- ¿Tanto como para besarla?
- Sí, tanto como para besarla y comerla. Y luego jugar mucho con ella.
- Pues bésala.

Se paró un instante, sonrió y entonces se acercó y me besó. Nuestros labios se chocaron lentamente, nuestras lenguas se buscaron, ahondaron en la boca del otro. Puso sus manos a ambos lados de mi cara y sentí un escalofrío recorriendo mi espina dorsal.
Se separó y arañó con los dientes mi labio inferior.

- Besas bien, Lola.
- Tú también Manu.
- Ven conmigo.
- No puedo, he venido con mi amiga, no puedo dejarla sola.
- Lo entenderá.
- Lo sé pero no me parece bien – dije mientras buscaba a Susana en el agua. Ella estaba mirando, observando la escena. Alzó su mano con el pulgar hacia arriba y me saludó con la mano. ¿Aquello era un gesto de consentimiento?
- Creo que le parece bien que me acompañes – dijo Manu.
- Tal vez pero prefiero hablarlo con ella.

Me levanté de la toalla y me puse a caminar, contoneando mis caderas, sabiendo que Manu estaba pendiente del movimiento de mi culo.

- ¿Te vas? - preguntó Susana
- Me ha propuesto ir a algún sitio. No sé a dónde.
- Vale. Entonces te vas.
- No lo sé, me sabe mal dejarte aquí.
- Jajajaja... por mí no lo hagas. Te conozco, sé que eres un volcán que necesita erupcionar a menudo. Tengo mi libro, ahora salgo del agua y me pongo a leer en la toalla. Disfruta, Lola.
- ¿Seguro?
- Sí, amiga, seguro. Disfruta.
- ¡Te quiero, Su!
- Lo sé, tonta. Pásalo bien...pero ya sabes: protección, y no me refiero a la crema solar.
- Jajajaja... Sí, mamá – le dije mientras volvía hacia donde Manu me esperaba.

En mi camino observaba a mi nueva conquista. Era muy atractivo, con una boca que me apetecía cada vez más. Sus labios carnosos invitaban a mi lengua a pasearse por ellos. El bronceado de su piel hacía que sus clavículas fueran muy sexys, sus pectorales se marcaban y una pequeña mata de vello dibujaba un hueco entre sus pezones. Tenía un tatuaje en la cadera derecha que asomaba tímidamente por encima de su bañador. Tenía unos brazos fuertes que terminaban en unas manos grandes y suaves. En sus piernas se dibujaban sus músculos trabajados en el gimnasio, o tal vez estuvieran así por salir a correr. Me esperaba de pie, mirándome fijamente con una sonrisa lasciva en la cara.

- ¿Te ha dado el beneplácito?
- Sí – sonreí – Eso parece.
- Genial. Ven – extendió su brazo y agarró mi mano.

Al pasar por su toalla se agachó, la recogió e hizo lo mismo con una riñonera que estaba al lado.

- Lo vamos a necesitar – dijo guiñándome un ojo.

Después de caminar unos minutos por accesos casi imposibles llegamos a un lugar lleno de vegetación. Se paró, colocó su toalla en el suelo y dejó su riñonera encima de ella. Estábamos rodeados de árboles frondosos y rocas negras y grises, el suelo era de arena con alguna piedra dispersa por ella.

- ¡Esto es una pasada! - exclamé
- Sí, es mi rincón favorito para relajarme.
- Uhm.... ¿te relajas a menudo aquí?
- Sí – contestó mientras se acercaba sensualmente a mi boca – Me gusta la intimidad de este sitio. Pocos lo conocen.
- ¿Aquí traes a tus conquistas playeras?
- No creas que hago esto a menudo. Pero es que tú me resultas irresistible.

Su lengua se introdujo poco a poco en mi boca, buscando la mía, abriéndose camino entre mis labios. Noté una mano en mi cuello y otra en la cintura. Me acercó a su cuerpo, me pegó a él mientras flexionaba las piernas y se acoplaba al hueco entre las mías. Aquel beso se tornó más pasional. Después me echó la cabeza para atrás agarrándome del pelo y comenzó a acariciar mi cuello con la yema de sus dedos. Yo me sujetaba a él agarrándome a sus brazos bien formados. Subí mi pierna derecha intentando engancharme a su cadera y él se apretó mucho más a mí. Noté su erección. Aquella polla empujando mi pierna hizo que buscara su boca de nuevo y volví a besarlo, con lujuria, llena de deseo. Me cogió del culo y me puso a horcajadas sobre él, le cogí la cara con ambas manos mientras nuestras lenguas danzaban en un beso estimulante y lleno de desenfreno, enredé mis piernas a sus caderas y me restregué con su polla. Sus manos sujetaban mi trasero y me ayudaban a subir y bajar en mi afán por frotarme contra su erección. Nos mantuvimos así unos minutos, comiéndonos lascivamente nuestras bocas, apretando nuestros cuerpos, sintiendo nuestra excitación. Se agachó lentamente sujetándome fuerte y me tumbó en su toalla. A cuatro patas sobre mí comenzó a besar mi cuello, a morder el lóbulo de mi oreja, a lamer mi boca y mientras, yo, recorría su torso desnudo y pegajoso a consecuencia de la sal y el sudor. Sus manos acariciaban mis tetas, desnudas también. Se paraba en mis pezones y los estrujaba, los apretaba, los estiraba... Aquello hizo que yo comenzara a jadear. Instintivamente levanté mis caderas buscando con mi coño su dureza pero no la encontré. Él seguía a cuatro patas, lamiendo mi cuerpo como si de un en celo se tratase.

- ¿Deseas ya mi polla?
- Sí, la deseo – contesté jadeante.
- ¿No quieres jugar más?
- Estoy muy excitada.
- Lo noto – dijo mientras su boca volvía a la carga sobre mi cuello – Pero quiero saborear más. Estas tetas, por ejemplo.

Y entonces su lengua se tornó dura y comenzó a dibujar círculos sobre mis pezones. Su boca los succionaba mientras su mano masajeaba mi pecho y yo me volví loca de placer. Los jadeos se convirtieron en gemidos, cada vez más intensos.

- Shhh – puso su mano derecha sobre mi boca – van a oírnos desde el agua.
- No lo puedo controlar, Manu. Me excitas demasiado.
- Mmmm... me gusta lo que oigo, y también lo que veo. Notar esa excitación multiplica la mía. Eres puro deseo, Lola.
- ¿Me deseas?
- Mucho más de lo que imaginé. Ahora mismo sólo pienso en quitarte lo que te queda de bikini y bucear entre tus piernas.

Y volvió a posar su boca sobre mi cuerpo, besó mi vientre pausadamente haciendo que mis ganas aumentaran de manera considerable. Separó mis piernas y desató los lazos del bikini que descansaban en mis caderas. Mi coño rasurado quedó completamente al descubierto. Escupió en él y me miró, sus ojos desprendían lujuria en su estado máximo. Mordí mi labio. Con su dedo corazón comenzó a estimular mi clítoris con movimientos lentos, de arriba a abajo, mezclando su saliva con mi flujo. Mis caderas comenzaron aquel baile haciendo que mi vagina fuera al encuentro de su dedo, dejando que se introdujera tímidamente en ella mientras gemía de placer. Manu seguía mirándome lleno de deseo y volvió a besar mi pubis sin dejar de frotar su dedo contra mí cada vez más rápido. Su boca se posó en mis labios vaginales, jugó con ellos delicadamente, los absorbió, los mordisqueó y con su lengua saboreó mis jugos.

- Uff, me encanta cómo sabes, Lola – dijo sin dejar de mover su dedo
- Bésame y así también lo saboreo yo directamente de tus labios.

Sonrió.
Nuestras bocas volvieron a enredarse pero esta vez de manera pasional, frenética, comiéndonos literalmente.
Con mis piernas me aferré a su cintura. Mis manos sujetaban su cara mientras aquel beso nos hacía enloquecer de deseo. Rodamos hacia un lado y me puse encima de él. Su espalda descansaba sobre la arena. Nuestras bocas seguían unidas y nuestras lenguas estudiaban con ahínco cada recoveco de ellas. Tenía la polla dura, firme y erecta. Aproveché para rozar la entrada de mi cueva desnuda contra ella, mis labios vaginales se abrían y segregaban un flujo que hacía que el recorrido sobre su pene fuera suave y resbaladizo. Él me cogió del culo y lo estrujó en tanto que empujaba su erección hacia mí. Ambos jadeábamos cada vez que nuestras bocas se tomaban un respiro. Busqué su cuello y lo mordisqueé. Tenía la necesidad de lamerlo, de chuparlo, de sentir el sabor de la sal y el sudor en su piel, y así lo hice. Absorbí cada uno de sus poros en el camino que me fijé hasta su polla. Yo también la escupí y después esparcí mi saliva sobre su glande. Alcé la mirada mientras masajeaba su capullo y me encontré con sus ojos: tenía las pupilas dilatadas por la excitación. Su boca estaba entreabierta y de ella salían tímidos jadeos. Aquella escena hizo que mi vagina se contrajera y busqué la dureza de su pierna para calmar el palpitar de mi clítoris. Mordí mi labio mientras le miraba fijamente y sonreí. Volví a escupir sobre su polla y mi mano comenzó a deslizarse por ella, subiendo y bajando lentamente, agarrándola con firmeza mientras mis caderas se movían al restregarme contra su pierna.

- Uf, ¡joder, Lola! Me vuelves loco.
- Lo noto. Tu polla me lo hace saber.
- Buah, si sigues así me correré muy pronto....
- ¿Quieres que pare?
- No, no quiero que pares. Me encanta.
- Me alegro aunque no quiero que te corras antes de una mamada.

Me incliné sobre su miembro y lo lamí, con la lengua ancha, llegando a todo su glande. Después lo succioné despacio y mi lengua volvió a jugar con él.
Mantenía el contacto visual con Manu, quería ver cuál era su cara al iniciar mi comida pero él cerró los ojos y comenzó a mover sus caderas tímidamente. Abrí la boca e introduje su polla hasta la base. Sentí una arcada. Le miré y él me estaba mirando, apretando su labio inferior con los dientes, arrugando la nariz. Sus movimientos de caderas se aceleraron y de pronto empezó a follarme la boca. Se inclinó un poco y me sujetó la cabeza mientras entraba y salía cada vez más rápido. A veces llegaba tan profundo que me venían arcadas pero aquello parecía que le excitaba aún más. Se paró en seco.

- No quiero correrme aún – dijo mientras sacaba su polla y me levantaba para besarme.
- ¿No quieres correrte en mi boca?
- Es muy tentador pero quiero que tú también te corras y luego no sé si podré mantener la erección – respondió mientras sus dedos frotaban mi botón. - Túmbate en la toalla, Lola.

Me tumbé. Sacó un condón de su riñonera y se lo colocó mientras yo le cogí el relevo y seguí acariciando mi clítoris.

- Joder, cómo me excita ver cómo te masturbas, tía.
- No quiero dejar de sentir este placer, Manu.
- Uff... ni yo que lo hagas. Ábrete. Quiero follarte ya.

Abrí mis piernas, colocó su polla en la entrada de mi vagina y empujó. Se metió hasta dentro y yo arqueé mi espalda de puro placer.

- Joder. Qué rico, tío. Fóllame. Fóllame, Manu...

Y comenzó a follarme con embestidas profundas, lentas, fuertes. Yo gemía de placer. Sentir su polla llegando tan profundo me volvía loca. Abrí mis piernas aún más, quería sentirlo bien dentro.

- ¿Te gusta, Lola?
- Bufff... sí, Manu. Me encanta – contesté entre jadeos.

Se paró con su polla dentro. Pasó mi pierna derecha por delante de su cuerpo y la juntó con la izquierda. Puso mis piernas estiradas sobre su hombro, las sujetó y de rodillas comenzó a follarme, esta vez mucho más rápido, a un ritmo casi frenético. Estrujé mis tetas instintivamente. Mis gemidos cada vez eran más sonoros. Sus huevos chocaban contra mi culo y aquello hacía que el placer aumentara considerablemente. Mordía mis labios mientras me movía violentamente con cada embestida. Empecé a notar la llegada de un orgasmo y se lo hice saber.

- Voy a correrme, Manu.
- ¿Sí?
- ¡Sí!
- Córrete, Lola. Córrete.... Yo también me corro....

Y me dejé llevar. Cerré los ojos y dejé que el orgasmo me invadiera. Nos corrimos a la vez.
Manu bajó el ritmo de las embestidas hasta que salió la última gota de su semen. Se quedó de rodillas unos segundos, dentro de mí, con mis piernas en su hombro y sus manos en ellas.
Se quitó el sudor de la frente con la mano derecha, tragó saliva y sonrió.

- Ostia tía. Para ser el primer polvo en la playa no ha estado mal, ¿no?
- Uff... ¿Esta es la primera vez que follas aquí?
- Sí.
- ¿En serio? Pensé que...
- Te dije que no hago esto a menudo. De hecho tú has sido la primera a la que he enseñado mi rincón favorito – dijo mientras sujetaba el condón con la mano y salía de mí interior.
- Oh, qué romántico – sonreí
- Jajajaja.... ¿verdad?
- Ha estado muy bien, Manu, pero tengo que irme – le dije a la vez que buscaba la parte baja de mi bikini.
- ¿Ya?
- Sí, mi amiga está sola... ¿recuerdas?
- Ya, joder, pero sabe que has venido a echar un polvo. No sabe cuánto hemos tardado en echarlo.
- No puedo, de verdad. ¿Tienes un boli en tu súper riñonera?
- Sí – buscó en ella y sacó un bic azul – toma.

Lo cogí y escribí sobre su palma.

- Este es mi número de teléfono. Llámame y nos vemos de nuevo en otro momento. No te laves las manos antes de tenerlo guardado – le dije sonriendo.
- Genial. Pues te llamaré, Lolita. Hay que repetir.

Sonreí mientras terminaba de atar los lazos del bikini.

- ¿Se va por aquí, no?
- Espera, que me pongo el bañador y te acompaño. No quiero perderme por nada el mundo el movimiento de este culo tan divino que tienes.
- Jajajaa. ¡Idiota!
- Tienes un culo maravilloso, Lola – y me dio una palmadita en él.

Me cogió por la cintura, ahondó su nariz en mi pelo y me besó el cuello.

- Me ha encantado follar contigo, chica guapa de toplees provocador.
- Y a mí, chico atractivo del agua.

Me giré y nos besamos.

- Va, tengo que irme, Manu, de verdad.
- Sí, vamos. Tu amiga te espera.

Me cogió de la mano y comenzamos a caminar. Sonreí. Mi primer polvo en la playa había sido una pasada.
18 comentarios
Capítulo a la carta. VOTACIONES CERRADAS!!!!
Publicado en:1 Septiembre 2018 4:58 am
Última actualización en:14 Octubre 2018 1:30 pm
9286 vistas

Se acabaron las vacaciones, volvemos a la rutina y con ella también volverán las nuevas historias. Voy a comenzar mi siguiente relato y me gustaría que fuerais parte de él eligiendo el próximo protagonista que compartirá juegos con Lola. ¿Os animáis a participar? ¡Gracias!
Jorge.
El Profesor Martin.
Gus.
Personaje nuevo.
12 comentarios , 53 votos
El juego.
Publicado en:2 Julio 2018 10:25 am
Última actualización en:13 Septiembre 2018 3:20 am
9099 vistas

Comenzaba el verano y el sol me acariciaba con mucha más pasión. De vez en cuando me gustaba salir a pasear por la ciudad y mezclarme entre el bullicio de la gente, siempre con prisas, respirar los olores tan especiados saliendo de locales turcos, chinos o paquistaníes.
Disfrutaba sentándome en la terraza de cualquier bar para observar aquel vaivén de gente tan diversa, cada uno con su historia, con su vida, con sus ilusiones... Era como si el tiempo se parase y la vida frenética de los demás me pasara rozando. Me encantaba respirar relajada mientras tomaba algo para poder observar más detenidamente la cornisa de los edificios, sus fachadas imponentes que hacían que yo fuera un ser pequeñito entre tanta locura.

Era jueves por la tarde y no tenía ningún plan interesante a la vista. Después de los últimos días que había tenido necesitaba salir a la calle, abstraerme de la vorágine de los exámenes, dejar la mente en blanco, respirar...

Había pasado cientos de veces por aquella calle, chocándome con el resto de transeúntes, esquivando monopatines y bicicletas. Aquel día no era muy distinta la escena ante mis ojos. Normalmente me sentaba en el bar de las sillas rojas pero preferí cruzar la calle y sentarme en uno de los bancos del parquecito que había en frente. Ese era un lugar privilegiado para la gente a la que nos gusta observar. Desde allí podía ver los edificios gigantescos en la distancia, admirar su arquitectura e imaginar cómo vivirían sus inquilinos en siglos pasados; podía observar a la gente caminar, unos con más prisa que otros, algunos cargados con bolsas, unos pocos con libros, mamás paseando a sus bebés en carritos con capota...y también podía ver el bar de las sillas rojas, con su pequeña puerta y la barra desapareciendo en el pasillo; fuera estaba la terraza con 5 mesas estratégicamente ordenadas en la acera, permitiendo el paso de los viandantes. No había ninguna mesa libre. Me puse a mirar detenidamente a los de aquel jueves en ese bar. Una pareja de jóvenes sentados el uno enfrente de a otra, acariciándose las manos por encima de la mesa. Un anciano con su y su nieta, o al menos así lo interpreté yo. Dos señores trajeados tomando un café. Un matrimonio con dos pequeños. Y un chico solo tomando una cerveza mientras leía algo. Me detuve en él. Me llamó la atención.
Tenía aspecto desaliñado, el pelo despeinado, barba de tres o cuatro días, camiseta negra, vaqueros cortos y unas Converse rojas. De vez en cuando miraba su móvil y después tornaba a su lectura. Me resultaba bastante atractivo.
Seguí observándole de manera más detenida.
De vez en cuando rozaba su labio inferior con su dedo índice, levantaba la vista, miraba a su alrededor y volvía a lo de antes. Aquel roce me resultaba extremadamente sexy, tanto que de repente me vi mordiendo mi labio mientras sonreía al mirarle.
Cogí mi mochila, me levanté del banco y crucé la calle en dirección a aquel bar. Ni siquiera me miró cuando pasé por su lado, seguía absorto en aquel papel. Me pedí una cerveza con limón, pagué, cogí la jarra y salí del local.

- Perdona. ¿Puedo sentarme aquí? No hay más mesas libres y dentro hace demasiado calor. A no ser que te incomode, claro.

Levantó la vista y me miró extrañado. No se esperaba que nadie fuera a avasallarle de tal manera.

- Ehh, mmm, pues... sí, claro, puedes sentarte – respondió atónito.
- Sí, lo sé. A veces soy un poco así – sonreí – Pero ahora que lo pienso, tal vez estás esperando a alguien y yo soy un poco inoportuna... Lo siento.
- No, tranquila, no espero a nadie en realidad. Pero sí que no me esperaba que alguien se fuera a sentar en mi mesa, así, de repente.
- Jajajaja... ya te he dicho que soy así. Te vi, estabas solo, me llamaste la atención y aquí estoy. No hay mucho más – le dije mientras me sentaba.
- Vaya, pues bien, ¿no? - dijo mordiéndose el labio a la vez que sonreía – me alegra que seas así. Directa. ¿Cómo te llamas?
- ¿Te gustan los juegos?
- Uff...depende.
- Te propongo uno.
- ¿Crees que me gustará?
- Si te gusta usar la imaginación... este juego te gustará.
- Me gusta usar la imaginación, sí.
- Genial. Entonces... ¿juegas?
- Jajajaja... ¿Tengo otra opción?
- Claro que la tienes, pero es mucho más aburrida – le respondí con una sonrisa coqueta.

Mordió su labio. Sonrió, arqueó su ceja y me dijo:
- Juguemos.
- Mmmm....genial! Me encanta jugar.
- Tendrás que explicarme en qué consiste el juego.
- Es , debes adivinar mi nombre a través de las preguntas que me hagas, y yo adivinaré el tuyo a través de las preguntas que te haga. La única, y muy importante, condición es decir siempre la verdad. Ah, y no vale repetir pregunta inmediatamente después de que la haya hecho el otro, ¿vale?
- Entendido. ¿Quién empieza?
- Tú – Sonreí – eres el invitado a mi juego y no soy del rollito ese de la caballerosidad.

Sonrió.

- Vale. Uf, es difícil, ¿eh?. No se me ocurren muchas preguntas.
- ¡Venga ya! ¿En serio? No me creo que no haya nada en mí que no te genere curiosidad.
- Claro que lo hay. Sin ir más allá el hecho de estar ahí sentada, frente a mí, ya me genera curiosidad.
- Pues dale, pregunta.
- Vale. ¿Por estás sentada ahí en frente? ¿Por qué en mi mesa?
- ¿Ves? Sí que sabes hacer preguntas – contesté mientras frotaba lentamente mis manos – Estoy aquí sentada, en frente de ti, en tu mesa, porque eres el chico más atractivo que he visto en mucho tiempo.
- Mmm... me gusta – dijo sonriendo – Tu turno.
- ¿Qué te gusta más, playa o montaña?
- Playa. Me toca, ¿cuántos años tienes?
- 19. ¿Bóxer o slip?
- Bóxer. ¿Tienes novio?
- No. ¿Vives con tus padres?
- Jajajaja, lo ideal sería vivir solo, supongo, ¿no?.
- Sí, claro, pero recuerda que debes decir la verdad – y le hice un guiño - ¿Respondes?.
- Sí, respondo. Vivo con mis padres.– sonrió y se quedó mirándome unos segundos.
- Te toca preguntar – le dije y volví a morder mi labio inferior sonriendo.
- Cierto, me toca. ¿Juegas a menudo a este juego o te has estrenado conmigo?
- Bueno, digamos que no soy una experta en el juego, pero te he visto y me ha apetecido jugar contigo - Contesté intentando transmitir todas las ganas que me provocaba a través de mi mirada.
- Interesante – dijo mientras sus pupilas se hicieron más grandes.

Sonreí al tiempo que arqueaba mi ceja izquierda.

- Me toca. ¿Cuántos años tienes? - pregunté.
- 21. ¿Tanga o Braguita?
- Uhhh... Te vas animando, ¿eh?- le dije juguetona.
- Sí, me lo inspiras – contestó mientras daba un trago a su cerveza.
- Normalmente tanga. ¿Tienes novia?
- Ya no.
- Oh, eso me suena a ruptura reciente.
- Tal vez, prefiero no hablar.
- Me gustan tus labios.
- Joder, sabes cómo cambiar de tema, ¿eh? Jajaja
- Sí, aunque no lo he dicho para cambiar de tema – y sonreí con coqueteo – me gustan de verdad. Son apetecibles.
- Uff, así no sé si seré capaz de adivinar tu nombre, pero desde luego que me apetece adivinar qué hay debajo de esa camiseta.

Me incliné sobre la mesa y me apoyé en mis brazos.

- Tal vez para adivinarlo deberíamos ir a otro lugar – le dije dejando entrever las ganas que me provocaba.
- Mmm... tentador. ¿Y qué propones?

Dí el último sorbo a mi cerveza con limón, le miré fijamente y sonreí con lascivia.

- Al final el juego va a ser mucho más interesante de lo que yo esperaba.
- Sí, la verdad que este juego me está generando otras sensaciones que yo tampoco esperaba.
- ¿Has pagado tu cerveza?
- Sí, lo hice al pedirla.
- Genial. ¿Te parece bien que vayamos a mi residencia? Tengo habitación para mí sola.
- Me parece estupendo.

Nos levantamos a la vez, le miré sonriendo y me devolvió la sonrisa. Era un chico alto, bastante más alto que yo. Comencé a caminar y él me siguió. A los pocos pasos me cogió de la cintura y me paró en seco.

- Eres una chica muy morbosa, ¿sabes?
- ¿Y “eso” es bueno o malo?
- “Eso” me pone mucho.

Se agachó acercándose a mi cara y comenzó a besarme, lento, suave, jugando tímidamente con mi lengua. Me puse de puntillas. Quería pegarme más a él. Cogí su cara con mis manos y junté mi vientre con su paquete. Su polla empezaba a hacerse notar. Seguimos besándonos unos instantes más y nos separamos.

- ¿Está muy lejos tu residencia?
- No, la verdad es que está bastante cerca, a unos trescientos metros.
- Pues vamos, estoy deseando seguir jugando.

Nos pusimos en camino hacia el campus y de vez en cuando parábamos para besarnos. La intensidad de los besos cada vez era mayor y empezamos a meternos mano en plena calle. El deseo mutuo nos podía, era superior al poder controlar las ganas de explorarnos.

Comenzaba a anochecer.

Llegamos a la residencia, entramos en el ascensor y allí nuestras bocas volvieron a encontrarse. Las puertas se abrieron y nos dirigimos hacia mi habitación. Abrí la puerta y pasé. Después pasó él.

- Tienes un culo muy bonito.
- Gracias – le dije casi susurrando – en breve podrás verlo mejor.

Me puse de puntillas y volví a besarle. Esta vez de manera muy pasional. Era un beso cargado de deseo, de lujuria, de ganas. Jugar con su lengua hacía que mi entrepierna se humedeciera y buscara el bulto de su paquete en sus pantalones. Empecé a desabrochar sus vaqueros mientras él se deshacía de sus converse y se quitaba su camiseta. Cuando me disponía a coger su polla me subió las manos a la altura de mi cabeza y me quitó la camiseta. Me descalcé y él me desabrochó los vaqueros, metió su mano en mi tanga y acarició mi raja.

- Mmmm... ¡está completamente depilado! - exclamó.
- Sí – respondí con voz lasciva – me encanta sentir bien los labios y la lengua del otro cuando me lo come.
- Uff... estás poniéndome muy cachondo.
- Me encanta... - dije. Y seguí besándole.

Comenzó a caminar en dirección a la cama mientras me desabrochaba el sujetador. Yo caminaba de espaldas, sujetando su polla con mi mano derecha a la vez que nos besábamos apasionadamente. Topé con la cama y me dejé caer. Él se quitó los pantalones e hizo lo mismo con los míos. Ambos vaqueros quedaron tirados en el suelo. Terminé de quitarme el sujetador y lo lancé junto al reguero de ropa que habíamos dejado en nuestro afán de sentirnos piel con piel. Me quitó el tanga y se arrodilló frente a mi coño mientras me abría las piernas.

- Hueles muy bien. A deseo – me dijo susurrando y con la punta de su lengua dura lamió mi raja. Suspiré a la vez que mi espalda se arqueaba como producto del placer que me estaba regalando.

Aquel tipo me hizo poner la mente en blanco, olvidarme de Jorge, abrirme a todos mis sentidos y disfrutar de la comida tan estupenda que me estaba haciendo. Ahondaba con su lengua en mi vagina y después recorría mi raja de abajo a arriba y de arriba a abajo. Cuando llegaba a mi clítoris jugueteaba con él haciendo círculos, lo succionaba y volvía a rodearlo con su lengua. Yo mordía mi labio inferior mientras gemía de gusto. Mis caderas se movían en busca de su boca y entonces me metió un par de dedos en la vagina. Los guiaba buscando mi punto G y yo empujaba para sentirlos bien dentro. Cogí su cabeza con las dos manos y enredé su pelo entre mis dedos. Mis caderas comenzaron a moverse con más ímpetu y él levantó su mirada. Nuestros ojos se encontraron. Estaban llenos de lujuria y aquello me encantaba.

- ¡Joder, qué bien!
Apartó su boca de mi coño mientras sus dedos seguían follándome.
- ¿Te gusta? - preguntó.
- Uff.... me encanta.
Y volvió a posar su boca en mis labios más íntimos. Sus dedos seguían moviéndose en mi interior con tanta delicadeza como brusquedad, llegando al equilibrio perfecto y haciéndome vibrar de placer. Su boca escupía saliva que se mezclaba con mis jugos. Su lengua intercalaba lametones entre mi raja y mi clítoris. Sus labios succionaban y besaban mi coño entero. Y yo estaba a punto de estallar.
- Dame tu orgasmo. Lo quiero en mi boca.
- Mmmm...estoy a punto de correrme – le dije mientras empecé a hacer círculos con mis dedos en mi botón.
- Uff, joder. Precioso espectáculo. Déjame seguir.
Y volvió a comerme el coño con tantas ganas que el orgasmo vino súbito. Abrí las piernas todo lo que pude y empujé con mis manos su cabeza entre ellas. Mis caderas se movían adelante y atrás mientras sus dedos se deslizaban entrando y saliendo de mi vagina. Estallé. El placer me invadió. Grité.
- Ohhhh, joder, sí. Qué bueno, tío!
- Qué rico tu sabor – me dijo mientras metía sus dedos en su boca.

Me quedé relajada en la cama después de aquella explosión. Él se puso de pie, miré su polla y seguía dura así que la cogí y lamí su glande despacio. Apretaba con firmeza su tronco venoso y duro. Succioné su capullo. Volví a lamerlo haciendo círculos con mi lengua húmeda. Me escupí en la mano y agarré de nuevo la polla, comencé a masturbarle mientras mi boca subía y bajaba al mismo compás. Después lamí el tronco y llegué hasta sus huevos, los lamí y le miré a los ojos. Me miraba atento, con la boca entreabierta, jadeante, y los ojos llenos de lascivia. Me tragué su polla y me vino una arcada.
- Joder! Cómo me gusta – me dijo con voz entrecortada.
- Mmmm. Me gusta que te guste – le dije mirándole a los ojos mientras seguía masturbando su polla.
Volví a lamerla, a jugar con su glande.

De vez en cuando él se agachaba y me acariciaba una teta. Escuchar sus respiración agitada me ponía muchísimo, era un aliciente para seguir comiéndole la polla con más ganas, volví a meterla en mi boca hasta la base y de nuevo me dio una arcada. Dejé caer la saliva sobre su capullo y lo masajeé.

Me puse de rodillas sobre la cama y le besé mientras seguía masturbándole. Me agarró por la cintura y me tumbó en la cama, él se tumbó a mi lado y siguió besándome apasionadamente, buscando mi lengua, mordisqueando mis labios. Mi mano seguía agarrada a su polla y busqué su pierna con mi coño, comencé a frotarme en ella y él la metió entre las mías, apretándola contra mi clítoris. Mis caderas comenzaron su baile frenético haciendo que mi vagina fuera dejando un velo húmedo sobre su piel. Me puse encima de él, con mis manos apoyadas en su pecho, cerca de sus hombros, y volví a besarle. Busqué su cuello y lo lamí, lo mordí, me puse a jugar con el lóbulo de su oreja izquierda mientras mi coño se frotaba con su polla erecta. Él bajó sus manos por mi espalda y se paró en mis glúteos, empezó a masajearlos.

- Me encanta tu culo.
- Mmmmm...
- Podría estar tocándolo horas.
- Pues me parece genial porque me gusta cómo me lo tocas.
- ¿También por aquí? - preguntó mientras uno de sus dedos se puso a hacer círculos en mi orificio anal.
- Sí, también por ahí – respondí a la vez que mi coño seguía frotándose con su polla.

Sentir su miembro duro entre mis labios vaginales en tanto que su dedo jugaba con mi ano empezada a convertirse en una fuente de placer tan intensa que deseaba que fuera a más. Le besé con lujuria y respondió a mi beso con la misma intensidad. Mordí su labio inferior suavemente y mi lengua volvió a buscar la suya. Se encontraron y se enredaron iniciando un baile sensual que hacía que mi vagina se humedeciera cada vez más y mi culo necesitara ser penetrado. Como si me hubiera leído el pensamiento introdujo su dedo en mi ano lentamente y yo, instintivamente, empujé mi culo hacia él.

- Uf, joder... ¡qué gusto! - susurré.
- Joder, cómo me pone escucharte.
- Mmmm … ¡qué rico! - dije mientras me movía lentamente sobre su polla empapada y su dedo entraba y salía de aquel orificio.

Cogí el condón que había encima de la mesilla y rasgué el envoltorio. Me separé de su polla y su dedo salió de mi culo. Le coloqué el condón y me dí la vuelta, me puse de espaldas a él, a horcajadas sobre su polla, la guié hasta mi coño y me senté despacio sobre ella. Comenzó a introducirse en mi vagina, rellenando cada hueco de ella. Aquella sensación, la de sentirme repleta con su polla, era indescriptiblemente placentera. Gemí.
Empecé a subir y bajar, cabalgando lentamente sobre su miembro erecto, notando la fricción con mi vagina. Mi cabeza se inclinó hacia atrás mientras mis movimientos lentos nos hacían jadear. Agarré mi culo con ambas manos y lo abrí, apretando mis glúteos.

- Joder, ¡qué vista tan maravillosa desde aquí! - exclamó.

Escuchar aquello me excitó aún más e hizo que mis movimientos acompasados se convirtieran en movimientos más rápidos. Me sujeté en mis piernas flexionadas. Él me agarró del culo y volvió a masajear mi ano con su dedo pulgar.

- Oh, joder. ¡Sí!. Me encanta... Sigue, por favor.
- ¿Así? - preguntó mientras introducía un poco su dedo en aquella cavidad.
- Sí, sí, así – respondí a la vez que mi ritmo se aceleraba.

Cambió de dedo y me metió el corazón. Entraba y salía de mi culo a la misma velocidad que yo cabalgaba sobre su polla. Me agarré de las tetas, las estrujé, comencé a jadear. Tener su dedo en mi culo mientras le follaba estaba siendo tan placentero que sentía que el orgasmo estaba próximo a llegar. Y me vi frotando mi botón para acelerar la llegada del clímax.

-Buff... no pares, estoy a punto de correrme.
- Joder, yo también – dijo agarrándome con las dos manos por las caderas, marcando el ritmo frenético, haciéndome subir y bajar mientras él empujaba contra mi coño su polla dura.

Sus embistes cada vez eran más fuertes hasta que mi orgasmo empezó a llegar.

- ¡Me corro! - acerté a decir.
- Hazlo. Córrete. ¡Joder!

Y exploté. Mi clítoris comenzó a bombear haciendo que mi vagina se contrajera repleta de placer. Grité a la vez que apretaba mi botón conteniendo sus palpitaciones mientras que él seguía entrando y saliendo de mi coño a un ritmo frenético.

- Estoy a punto yo también – dijo con voz entrecortada.
- Uff...córrete. Quiero sentirlo.

Y se dejó ir. Sentí su leche caliente a través del condón y contraje de manera consciente mi vagina.

Me quedé encima de él, dándole la espalda, unos segundos. Sujeté el extremo del condón con dos dedos y él salió lentamente de mí.

- Ostia, ¡qué polvo! - dije tumbándome a su lado.
- Ufff, sí – contestó mientras ponía su antebrazo sobre su frente.
- Mmmm...aún siento palpitar mi entrepierna.
- Joder, yo estoy muy relajado. Y aún no sé cómo te llamas.
- Jajaja. Es verdad....así comenzó el juego.
- Sí, así comenzó y mira cómo hemos terminado.
- Pues me ha encantado– dije sonriendo - Soy Lola.
- Un placer, Lola. Nunca mejor dicho, jejeje. Soy Gus.
- Encantada, Gus. ¿Nos damos los dos besos de rigor? - le pregunté juguetona.
- Jajajaja. No, prefiero de esos que me has dado antes.

Sujetó mi cara con su mano derecha y se acercó a mi boca. Su lengua buscó la mía y en su búsqueda me rozó los labios. Era delicioso. Cerré los ojos y me dejé besar.
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¿Jugamos?
Publicado en:16 Junio 2018 6:20 am
Última actualización en:13 Septiembre 2019 2:27 am
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Mientras termino mi siguiente relato, ¿qué os parece si jugamos a este reto? Hace tiempo ha circulado por redes sociales y me parece tan divertido que me lo he traído a mi blog.
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Tras la puerta.
Publicado en:28 Mayo 2018 10:29 am
Última actualización en:30 Julio 2018 6:32 am
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Retomé el camino hacia la salida del edificio por aquel pasillo de baldosas blancas, rememorando el polvo que acababa de echar con el Profesor Martín. ¡Madre mía, me había follado a un profesor de la uni! ¡A mi profesor! Se notaba que tenía experiencia por cómo había paseado sus manos por mi piel. Su lengua era experta en lamer y succionar. Y su polla, ¡oh dios! Era capaz de volver a humedecerme al pensar en cómo entraba y salía de mi coño empapado.

Necesitaba un poco de aire fresco después de aquella explosión. Casi con prisa llegué hasta la puerta con grandes cristales que tenía la salida hacia los jardines de la universidad. Me paré en el escalón más alto de la salida y respiré. Noté cómo el aire entraba en mis pulmones lentamente, incliné la cabeza hacia arriba y cerré los ojos que estaban molestos por la intensidad de la luz del sol. Dejé que ese sol me acariciara el rostro y volví a inspirar profundamente. Sonreí. Volvía a sentirme viva, libre, sin lastres.

Me aseguré de que todo estuviera correcto en mi mochila, me ajusté los vaqueros y me fui paseando hasta la cafetería del campus. Mis pasos eran lentos, sin prisa. Me apetecía disfrutar de los colores que me brindaba la primavera recién estrenada. Quería percibir los olores que impregnaban esta nueva estación, dejar que mis sentidos se hicieran presentes de manera consciente así que volví a respirar profundo a la vez que cerraba mis ojos mientras seguía caminando. Mi mente se llenó de fotogramas de la experiencia que acababa de vivir: su boca en mi sexo, su polla en mi boca, mi mano en su polla... Y por inercia llevé mi mano hasta mi nariz. Oh! No me había lavado las manos y aún tenían el olor de su miembro erecto en ellas. Aspiré profundo.

- No me gustaría que se quedara en un solo polvo , Profesor Martín – Pensé.

Nada más entrar en la cafetería fui directa al baño, tenía que lavarme las manos o mi mente seguiría excitando a mi cuerpo con el recuerdo de su aroma.

Me dirigí hasta la barra.

- Un Nestea, por favor.
- Marchando un Nestea para la morena – dijo el camarero con una sonrisa de oreja a oreja.

Y yo le devolví la sonrisa.

Cogí mi vaso y el platito de patatas fritas y me fui a sentar a una mesa, cerca del ventanal que daba a los jardines. El sol entraba por la ventana y se chocaba contra mi hombro desnudo, su calor me hacía sentir bien. Cogí una patata del plato y me recosté en aquella silla tan incómoda. Mastiqué tranquila, observando la gente al pasar, la mayoría de ellos sin percatarse de que estaban siendo observados. Bebí un sorbo del refresco y solté el vaso en la mesa de nuevo. Entonces le vi, sentado en un banco, con sus amigos, riendo como siempre, con esa boca que tan bien besaba y que me volvía loca. Jorge llevaba un polo blanco y unos vaqueros desgastados, y sus pies lucían unas bonitas Converse All Stars de color azul. Un reloj de esfera redonda abrazaba su muñeca. Sus manos eran perfectas. Y al ver sus dedos, largos y hábiles, no puede evitar recordar los momentos en los que se introducían en mi vagina para regalarme instantes de placer. Me gustaba mucho aquel chico. Pensé que estaba logrando quitarlo de mi cabeza pero me di cuenta de que no sería tan como había imaginado porque, al ver de nuevo aquella boca, mi entrepierna dio un respingo.
Él no se percató de mi mirada fija en cada uno de sus movimientos, en cada uno de sus gestos y seguía conversando con sus amigos, riendo y disfrutando del momento con ellos.
Recogieron sus libros y sus mochilas y se fueron. Observé cómo se alejaba y suspiré de nuevo. ¿En qué momento podría liberarme de su enganche?

Di el último sorbo a mi bebida, recogí mis cosas también y salí de la cafetería.
- Hasta luego – dije al camarero.
- Hasta luego y gracias – respondió

Miré mi reloj. Ya eran más de las siete de la tarde. La primavera me gustaba mucho, era la estación con más color de las cuatro. Llena de luz, con días largos y noches serenas. Apetecía salir a la calle, sentarse en las terrazas, pasear, empaparse de los rayos del sol … Me dirigí a mi habitación caminando tranquila por los jardines del campus.

Dejé mi mochila, mis gafas de sol y mis llaves encima de la cama y me descalcé. Me encantaba andar descalza, liberar mis pies, sentir el suelo fresco en sus plantas.

Fui al baño y comencé a desnudarme, necesitaba una ducha. Completamente desnuda abrí las puertas de la mampara y también el grifo del agua caliente. Esperé unos minutos a que el agua se templara y mientras me observé en el espejo. Acaricié mis pechos, pequeños, redondos, con los pezones puntiagudos. Los estrujé. Deslicé mi mano derecha por mi vientre, plano, firme, y llegué hasta mi pubis. Metí la mano entre las piernas y las apreté mientras mi otra mano sujetaba mi teta izquierda. Me gustaba mirarme en el espejo. Cuando el vapor del agua comenzó a emanar entré en la ducha.
Me enjaboné el pelo primero, masajeé mi cuero cabelludo mientras cerraba los ojos y mi mente se llenaba de imágenes del polvo que había tenido unas horas antes con el profesor y se mezclaban con otras de los polvos con Jorge. Eran dos tipos muy diferentes. La experiencia del profesor me había vuelto loca pero la pasión y el desenfreno de Jorge eran mi perdición. Empecé a darme cuenta de que Jorge estaba más arraigado en mí de lo que esperaba. Sacudí mi cabeza haciendo el gesto de negación. No podía ser, no quería enamorarme de Jorge pero.... ¿y si ya era tarde? ¿y si ya me había enamorado perdidamente de él? Volví a negar con la cabeza y el agua resbaló por mi rostro. Me aclaré el pelo, cogí el gel de ducha y me enjaboné el cuerpo. Lo hice rápido, con prisa, tenía la sensación de que me había entretenido demasiado en mi cabeza con aquellos pensamientos. Volví a negarlo con un gesto. Me aclaré y salí de la ducha. No quería volver a pensarlo. Enamorarme de Jorge no entraba en mis planes y tenía que sacarlo de mi mente como fuera.

Después de lavarme los dientes y quitarme la ropa me puse la camisetita blanca que usaba para dormir. En este tiempo no me gustaba usar un pijama como tal, prefería mi camiseta y unas braguitas cómodas para, así, poder sentir en mi piel el fresquito de las sábanas. Estaba tan cansada que no era capaz de leer un capítulo más del libro que reposaba en mi mesita de noche, así que apagué la luz directamente y me dispuse a dormir.
A los pocos minutos me sonó el móvil. Era un mensaje de texto. Miré desganada la pantalla. ¿Quién me mandaba mensajes a esas horas? Jorge. ¿Jorge? ¡JORGE! ¡Oh dios, era Jorge! De un salto me senté en la cama y encendí la luz de nuevo. Tenía que leer bien leído aquel mensaje. Hacía más de tres semanas que no tenía noticias suyas y aunque nos habíamos visto por el campus no habíamos cruzado ninguna palabra.

“Buenas noches, Lolita. Martes. Luna llena. Sería un buen momento para que no durmieras sola. Nos vemos?”

Volví a leer el mensaje una segunda vez. Y una tercera vez más. Jorge volvía a aparecer el mismo día que había tenido un polvo increíble en el Profesor Martín. ¿Por qué justamente hoy?
Permanecí unos minutos con el móvil en la mano, mirando la pantalla sin pestañear, pulsando el botón de encendido cuando se oscurecía, sin saber si debía o no contestar a aquel mensaje. Intentaba sopesar los pros y los contras: si respondía que se viniera a mi cama sería una noche de sexo salvaje, como me tenía acostumbrada, volvería a estar a su merced y, después de tres semanas sin rozar su piel, el deseo era inmenso, casi me atrevía a decir que más que deseo se había convertido en necesidad, me gustaba mucho Jorge, mucho más de lo que podía permitirme. Por otro lado, si le contestaba que no viniera podría dejar de interesarse por mí y buscarse a otra. La simple idea de que eso fuera posible hacía que un nudo se pusiera en mi estómago y me dieran ganas de llorar. ¿Pero qué me estaba pasando? ¡Ay, Jorge! ¿por qué te habías cruzado en mi camino?
Ninguna de las dos opciones me pareció buena así que puse el móvil de nuevo en la mesilla y volví a recostarme. Apagué la luz. Mis ojos, como platos, miraban el hilo rojizo, cada vez más débil, de la bombilla del techo. De repente la habitación volvió a iluminarse ligeramente a la vez que el móvil vibró y sonó un nuevo mensaje. No me dio tiempo a pensar. Era Jorge otra vez.

“Nena, no me digas que estás dormida. Es una pena, hoy tenía especialmente ganas de ti”

Beep – beep . Otro mensaje más.

“Muero por sentir tus labios en mi piel, por recorrer con mis dedos la tuya. Te necesito, Lola. Ahora”

- Joder, Jorge... ¿por qué me haces esto? - me dije en entredientes – Estoy intentando sacarte de mi cabeza y tú reapareces. Así será imposible.

La idea de volver a tener a Jorge entre mis piernas, paseándose por mi piel, rozándome, besándome, follándome, hacía que mi coño comenzara a segregar jugo.

- ¡A la mierda! - dije mientras comenzaba a responder sus mensajes.

“Hoy estoy muy cansada, Jorge. Hablamos mañana. Besos”

Casi de manera inmediata el móvil volvió a sonar.

“Soy muy bueno dando masajes, Lola. Déjame pasar por tu habitación y te relajo con uno

- Jorge, joder, ¡no me lo pongas más difícil! - pensé.

“Es una oferta muy tentadora pero de verdad que estoy muy cansada. Estoy deseando ese masaje pero mejor lo dejamos para otro día. Más besos”

“Lola, te deseo. No sé si es por la luna llena o porque hoy te he visto en la cafetería pero echo de menos nuestros polvos ¿No me abrirás la puerta si voy?”

¿Qué? ¿En qué momento me había visto en la cafetería? No me lo podía creer. ¿Estaba hablando en serio? No tenía ni idea pero mi entrepierna comenzaba a latir cada vez más fuerte, mis ganas de él cada vez eran mayores y mi corazón cada vez bombeaba más rápido.

“ No vas a darte nunca por vencido? Jejeje”

“Uff, Lola. Contigo es inevitable. Me apeteces demasiado”

Podía hacer una excepción y decirle que se pasara por mi habitación. Sólo esta vez, sería un polvo a modo de despedida y luego lo sacaría para siempre de mi cabeza. Sí, estaba convencida. Sólo esta vez.

“Ya sabes cual es. Te espero en mi cama”

Y de repente sonó la puerta.

Toc toc.

¿En serio? ¿Era él? Me levanté de un salto y abrí la puerta atónita. Allí estaba Jorge, con el móvil aún en su mano, sonriendo con esa sonrisa que me volvía loca.

- Hola Lolita – dijo mordiéndose el labio inferior.
- ¿Pero desde cuándo llevas aquí?
- Casi desde el segundo mensaje. Cuando te escribí el primero ya estaba en camino.
- Estás loco – dije sonriendo.
- Por tu culpa, Lola, por tu culpa.

Y comenzó a besarme.

Entramos en mi habitación y cerró la puerta. Sus manos subieron mi camiseta por mi tronco, hasta llegar a mis brazos. Subían despacio, acariciando mi piel lentamente, haciendo que mi boca se entreabriera para dejar salir un pequeño suspiro de gusto. Sacó la camiseta del todo, me miró fijamente mientras colocaba mi pelo largo hacia mi hombro derecho, las puntas me rozaban el pezón desnudo.

- Para recibir un buen masaje hay que dejar libre la espalda de camisetas y cositas que molesten – dijo mientras rozaba con las yemas de sus dedos mis omóplatos. - Túmbate boca abajo. Quiero darte el masaje. Una promesa es una promesa y yo soy un chico de palabra, Lolita.

Aquellas palabras, casi susurradas, hicieron efecto directo en mi coño, apreté mis piernas unos segundos, mordí mi labio inferior mientras dibujaba una sonrisa y acto seguido le obedecí. Me tumbé boca abajo en mi cama, con mis brazos flexionados y mis muñecas a la altura de mi cabeza. Él se quitó su camiseta, abrió el cajón de mi mesilla y sacó el gel lubricante, me retiró el pelo de la espalda y se sentó sobre mis piernas, cerca de mi culo, a horcajadas. Echó unas gotas del gel directamente en mi piel. Estaba fresco. Dí un pequeño respingo. Con sutileza comenzó a esparcir el lubricante por mis hombros, mis omóplatos, recorrió mi columna con su dedo, desde la nuca hasta el coxis. Volvió a echar más gel y volví a dar un respingo al sentir el frescor otra vez. Hizo círculos con sus manos a ambos lados de mi espalda, apretando lo justo mi piel, desde las lumbares hasta los hombros y volvió a bajar por la columna de nuevo. Respiré profundo. Con los ojos cerrados visualizaba sus manos recorriendo mi cuerpo, notaba cómo iba paseando las yemas de sus dedos pulgares desde la zona lumbar hasta mi nuca y cómo cambiaba de postura acomodándose encima de mis piernas. Comenzó a bajar tímidamente mis braguitas para maseajear la parte alta de mis glúteos. Adiviné que volvía a necesitar más gel para continuar con el masaje, pero esta vez no lo puso directamente sobre mi piel si no que se llenó sus manos con él, las frotó y las puso directamente sobre mi trasero. Primero se centró en los glúteos, masajeándolos en círculo, a la vez, y después fue metiendo su mano entre mis piernas. Era delicioso sentir sus manos pringosas ahí, rozando mis labios vaginales, acercándose sigilosamente a mi clítoris pero sin rozarlo. Iba y venía pero no lo tocaba y yo, deseando que lo hiciera, abría un poco más mis piernas para permitir su acceso. Pero Jorge quería jugar, hacerme desearlo con más ganas y, a propósito, metía su mano y acariciaba la zona hábilmente dejando en un olvido premeditado a mi ansioso botón. Mis piernas, movidas por la inercia, se abrían cada vez un poco más. Entonces él empezó a besar mi cuello, sin dejar de masajear mi culo.

- Te deseo, Lola – me susurró al oído

Y un gemido salió de mi boca entreabierta.

Con sus labios húmedos siguió besando mi espalda. Sus manos se metían cada vez más profundo entre mis piernas y después de hacerme sufrir de deseo durante unos minutos comenzó a frotar mi clítoris con movimientos suaves. Luego metió los dedos índice y corazón en mi vagina mientras con el pulgar jugaba con mi ano. Mi culo automáticamente se puso en pompa. Comencé a jadear. Me follaba con sus dedos lentamente y mis caderas se movían adelante y atrás siguiendo el compás mientras mis manos arrugaban las sábanas.

- Joder, Jorge. Me encanta – atiné a decir.

Y entonces él, besando mi espalda, separó sus manos de mi cuerpo, se desabrochó el cinturón, bajó la cremallera de sus vaqueros y sacó su polla. Empezó a pasearla por mi raja, de abajo a arriba y de arriba a abajo. Tenia la polla muy dura y sentirla así me encantaba. Paró unos instantes para colocarse un preservativo, entonces yo le tomé el relevo, metí dos dedos en mi coño y seguí masturbándome. Jorge terminó de ponerse el condón, me sujetó de las caderas y con una mano guió su polla hasta el interior de mi vagina. Retiré mis manos de mi entrada y volví a agarrarme a las sábanas.
Me follaba despacio, disfrutando del recorrido que hacía su polla al entrar y salir de mí, dentro, profundo, hasta el final, y volvía a salir lento. En cada penetración empujaba más profundamente y mi culo en pompa buscaba sus piernas para con ellas chocar. Poco a poco el ritmo fue acelerándose, follándome más rápido, más fuerte y de vez en cuando el placer se tornaba dolor.

- Menos profundo, Jorge, me duele
- ¿Así? - preguntó bajando la intensidad de las embestidas
- Sí, así mucho mejor.

Necesitaba sentir placer también a través de mi clítoris así que comencé a masturbarme. Mis piernas se abrían cada vez más y él, loco de placer, volvió al ritmo frenético de unos minutos antes. Sin dame cuenta fui apoyando poco a poco mi cuerpo en la cama hasta acabar completamente tumbada mientras Jorge, encima de mí, me follaba. Sus manos apoyadas en la cama, una a cada lado de mi cuerpo, y su polla bombeándome salvajemente.

- ¿Cómo vas, nena? - preguntó entre jadeos
- Me falta muy poco.
- Acelérate, yo estoy a punto de estallar.
- Espérame... - dije ahogando un gemido.

Froté más rápido mis dedos contra mi clítoris mientras Jorge me follaba desde atrás.

- Lola, no aguanto... me corro.... ¡¡Me corro!!
- Córrete, Jorge, córrete.

Y al sentir cómo él se llenaba de placer tras su orgasmo mi vagina comenzó a contraerse provocando el inicio del mío.

- Ummm, qué rico, me corro, sí, sí, sí. Ahhhhh

Y me inundé de un orgasmo tan intenso que me hizo gritar de placer.

Exhausto, apoyó su frente en mi espalda mientras yo me retiraba el pelo de la boca.

- Joder Lola! Qué ganas tenía...
- Mmmm....ha estado bien, sí – dije con esa voz agitada que queda después del orgasmo. Sonreí.

Salió de mí sujetando el condón. Se lo quitó, lo anudó y lo dejó a un lado de la cama. Se tumbó boca arriba. Me giré, me tumbé de lado a su lado.

- Ven – me dijo al tiempo que levantaba su brazo derecho haciéndome un hueco para poner en él mi cabeza.
- ¡Qué polvo!
- Sí, ha sido bueno... muy bueno. Me gusta follar contigo, tía. Mucho.
- ¿Me has visto en la cafetería?
- Sí. Estabas preciosa mirando al infinito – respondió sonriendo.
- No me he dado cuenta.
- Por eso he podido observarte bien. Echaba de menos follar contigo.

- “Pues entonces deberíamos follar más” pensé.
Cerré los ojos y sonreí lascivamente. Sí, el propósito antes de finalizar el curso sería follar más, mucho más, con Jorge.
10 comentarios
¿Leemos juntos?
Publicado en:15 Mayo 2018 12:43 am
Última actualización en:22 Julio 2018 1:43 am
9622 vistas
Cuando lo más erógeno se encuentra en el cerebro y la imaginación hace que el vello se erice y el cuerpo palpite... ¿me acompañas?
17 comentarios
¿Mariposas?
Publicado en:9 Mayo 2018 10:35 am
Última actualización en:14 Junio 2018 4:12 am
9357 vistas
¿Y tú, dónde las tienes?
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